Estamos delante, la bodega que impulsó en los años 80 los
vinos de calidad, mediante la VDP, que es una asociación de productores, que
esta dentro de la denominación de origen. Bernhard Breuer, endurece la
reglamentación, reduciendo rendimientos, buscando clones menos productivos y estableciendo
grand crus, para mejorar la calidad de los vinos y desmarcarse de la
legislación poco estricta de la denominación de origen, donde entre otras
cosas, clasificaba la calidad de los vinos por su dulzor.
Nos encontramos en el Rheingau, situado en la parte
derecha del Rhin, donde el rio que proviene de Alsacia, luego Palatinado y
Rheinhessen, se encuentra con una montaña de cuarzo que le hace girar hacia la
izquierda, dándole una exposición Sur, perfecta para la viticultura. Estas cuatro
denominaciones, tienen algo en común y es que sus vinos muestran un peso de
fruta madura superior, a otras denominaciones como el Nahe, o la Mosela.
La
parcela de Berg Schlossberg, se asienta sobre una pendiente de pizarra y cuarcita,
el tipo de suelo, y el buen drenaje del viñedo, hace que los vinos con los años,
muestren aromas tan particulares como los hidrocarburos, los cuales, serán más
evidentes en años cálidos. Quien diría, que estos aromas se pueden encontrar en
los vinos. Para mi, es el estadio de maduración de un fruto. Quien no ha olido
un kiwi, que se le pasó guardándolo en el frutero, o un mango. El problema
radica, en que este aroma no sea el único que muestra el vino. Este, por su
maduración en botella, ha empezado a mostrarlo de una forma clara, pero enmarcado
con otros aromas, como la trufa blanca, el pomelo, la naranja sanguina, hoja de
tomatera, melocotón en almíbar. En boca está marcado por su evolución, pero su
buena acidez, nos indica que el vino todavía no esta cansado, un gran
recorrido, que sin duda no deja indiferente, empieza potente, fresco, sedoso y
grueso y su intensidad va disminuyendo lentamente, para dejarnos pensar en la
belleza de un paisaje austero.